DOCTRINA
MONROE
La
doctrina Monroe nació de la reflexión norteamericana en torno a los destinos de
las nacientes repúblicas en América Latina. A este respecto, el desarrollo
expansionista permitió definir las relaciones exteriores entre los EEUU y los
demás países del continente. El texto de la doctrina fue elaborado por John
Quincy Adams, secretario de Estado de EEUU durante el gobierno de James Monroe.
Su lectura se hizo frente al Congreso norteamericano en el llamado Discurso del
Estado de la Unión del 2 de diciembre de 1823. El texto destacó la democracia y
el sistema político norteamericano y diferenciando los gobiernos de América de
los europeos. El postulado de América para los americanos, establecido para
defender la autonomía de los Estados latinoamericanos, adquirió en el siglo
XIX, un carácter ambiguo a causa de intereses políticos y económicos: Estados
Unidos intervino en asuntos internos del continente, en muchas ocasiones con la
fachada de defender a Latinoamérica, frente a las violentas políticas de
Europa. Los intereses económicos de las potencias europeas como Rusia, Francia
e Inglaterra, generaron una carrera para dominar varios territorios
estratégicos para la producción y la preparación industrial. Uno de los
territorios en disputa era la actual costa del Pacífico Norteamericano,
intención que se entrometía en los deseos expansionistas de Norteamérica. La
doctrina Monroe fue escrita buscando un nuevo orden político a nivel mundial en
la primera mitad del siglo XIX. Con la independencia de las colonias
americanas, Europa perdió grandes extensiones de territorio, útiles para el
desarrollo de sus economías, disminuyendo además su influencia política.
Aprovechando esta situación, Monroe dejaría en claro en su doctrina que ni Norteamérica,
ni los principales Estados y potencias europeas, podrían intervenir
directamente en asuntos de gobierno.
El
Congreso de Verona, celebrado en diciembre de 1822, donde se reunieron los
miembros de la Santa Alianza Europea, el rey de Prusia y los emperadores de
Austria y Rusia. El congreso aceptó la decisión de restablecer el reinado de
Fernando VII, lo que generó preocupación en Estados Unidos e Inglaterra por las
posibles ideas expansionistas de una España respaldada por las monarquías europeas.
En agosto de 1823, George Canning, ministro de relaciones exteriores británico
y Richard Rush, embajador norteamericano propusieron en Londres la declaración
conjunta británico-norteamericana sobre las colonias de España en América. En
ella se estableció un pacto de ayuda entre los dos gobiernos, en caso de una
eventual intervención española para recuperar sus colonias. En una de sus
declaraciones, el Secretario de Estado de los Estados Unidos Quincy Adams,
destacó los intereses de la política exterior norteamericana: la Santa Alianza
preocupada con el presidente Monroe, quien estuvo dispuesto a defender la
política de no intervención, así eso significara que Estados Unidos tuviera que
renunciar a su interés por adherir a Cuba y a Texas a la unión norteamericana.
En
1904, el presidente Theodore Roosevelt planteó su llamado Corolario Roosevelt,
basado en la doctrina Monroe. A finales del siglo XIX, la relación entre el
continente y los Estados Unidos adquirió un carácter jerárquico, gracias a los
intereses económicos y el incipiente desarrollo de la industria continental. La
posición de Roosevelt estableció nuevos términos en las relaciones exteriores,
pues abrió las puertas para cualquier tipo de intervención en el terreno de lo
político. Sin embargo, controló la influencia de modelos económicos opuestos a
los del gobierno estadounidense, que pudieran intervenir en la instauración de
empresas de dicho país en cualquiera de los países del continente. Esta
enmienda representó también, dos posiciones extremas en las relaciones del
continente y las potencias a nivel mundial. La primera posición, estableció la
intervención estadounidense como militarmente necesaria, de tipo neocolonial y
extremadamente hegemónica en cada uno de los países latinoamericanos. La segunda
por otra parte tendió a criticar y desconfiar de las intenciones de los Estados
Unidos, al querer imponerse sobre las potencias de Europa, negar la posibilidad
de independencia de los países del sur y cerrar los mecanismos y libertades
económicas del continente.
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